viernes, 13 de noviembre de 2009

HABITOS DE ESTUDIOS

¿QUÉ IMPLICA APRENDER?
Tomado con fines instruccionales de:
Bernad, J. (1995). Estrategias de estudios en la universidad. España: Editorial
Síntesis.

Estudiar para aprender o componentes básicos del estudio
Para afrontar con garantía de éxito la compleja tarea del estudio es imprescindible saber qué implica el proceso de estudiar, lo que es igual o cuáles son sus componentes esenciales. Pues bien, si algo es claro en tal perspectiva es que el estudio sirve y debe servir para aprender; este es el objetivo fundamental del estudio. Por eso, y a pesar de las diferentes versiones que circulan en los ámbitos estudiantiles y académicos sobre el aprendizaje, todas ellas suelen coincidir en entenderlo como el conjunto de habilidades requeridas para hacer algo, conducir un coche, resolver un problema de matemáticas, comprender un texto, entenderse con los otros.
En el caso concreto del estudiante, el aprendizaje se logra fundamentalmente dedicándose a cubrir tres objetivos generales implicados en el estudio:
1. Adquirir información sobre fenómenos, hechos, conceptos, reglas, leyes, principios, entre otros. Esta dimensión del aprendizaje coincide con los contenidos de las asignaturas que estudias y generalmente vienen establecidos a través de los programas académicos.
2. Adquirir habilidades o destrezas para tratar o realizar convenientemente las tareas implicadas en la adquisición y asimilación de la información o contenidos de las asignaturas. El estudiante debe estar convencido de que para realizar bien una tarea necesita dominar las técnicas, destrezas y estrategias necesarias para asimilar los contenidos que pretende aprender.
3. Conocer las propias capacidades y el modo de utilizarlas adecuadamente, es decir, posibilidades, dificultades y medidas de seguridad, encaminadas a administrar correctamente los recursos personales de tiempo, capacidad de atención y reflexión personal, motivación suficiente para no desalentarse ante las primeras dificultades que aparecen. Este tercer componente se corresponde con lo que se denomina el conocimiento de sí mismo o conocimiento metacognitivo, porque versa no sobre lo que se conoce o aprende, sino sobre qué hace el aprendiz para aprenderlo o lo que es lo mismo, cómo aprende.
Es obvio que, con relación a los tres puntos anteriores, lo que depende más directamente del estudiante son los dos últimos. Así, puede decirse que un buen estudiante es un sujeto que sabe bien los métodos de estudio aprendizaje, o sea, qué tiene que hacer para aprender, domina las estrategias de aprendizaje y sabe emplear bien sus esfuerzos se conoce bien a sí mismo, sabe utilizar con eficacia sus propios recursos intelectuales y personales.
Desde este horizonte, las ideas que se exponen en torno a estas dos preguntas básicas:
1. ¿Qué objetivo de aprendizaje y qué tareas se le proponen al estudiante en la universidad?
2. ¿Cómo puede alcanzarlos con la máxima eficacia?
Clases y niveles de aprendizaje–estudio
Se ha detectado que cuando los estudiantes se dedican a aprender diversas asignaturas: Inglés, Historia, Matemáticas, Física, su actuación a la hora de tomar apuntes, escuchar al profesor, consultar libros, preparar los exámenes, se despliega en dos niveles o enfoques muy diferentes entre sí, lo que se traduce en dos niveles de aprendizaje, el superficial y el profundo.
Para que entiendas estos dos conceptos, te presentamos a continuación una lista de conductas en que se manifiestan al abordar las diferentes maneras del estudio personal. Estos dos tipos o enfoques de aprendizaje equivalen a dos maneras sustancialmente diferentes de enfrentarse con el estudio, como se desprende de las descripciones que siguen y de los ejemplos que se citan.
Características del aprendizaje superficial
La nota que mejor define este tipo de aprendizaje es la total dependencia del estudiante con respecto a las demandas que le llegan desde el exterior, las imposiciones de los profesores. Tal dependencia se muestra en una conducta definida por las siguientes actuaciones:
• Tendencia a considerar lo que se está aprendiendo sin tener en cuenta sus relaciones con otros conocimientos. “Pienso que lo mejor es tomar nota de lo que oyes, eso es suficiente para aprobar”.
• Se intenta fundamentalmente memorizar el contenido que se aprende como si estuviera aislado y sin conexiones con otros materiales o conocimientos. “Cuando tomo notas copio palabra por palabra lo que dice en clase el profesor y con eso voy al examen. Para estudiar escribo varias veces lo que quiero aprender”.
• Se utilizan exclusivamente las fuentes de información que se ofrecen explícitamente. “Para preparar los exámenes memorizo, lo mejor que puedo, el libro de texto indicado por el profesor y me aprendo casi al pie de la letra los apuntes de clase”.
• Se considera lo que se aprende como un todo homogéneo, sin distinguir lo importante de lo secundario ni ocuparse de encontrar su estructura interna. “Considero que todo son hechos que no se conectan muy bien entre si”.
• No hay preocupación por relacionar lo que se estudia con las situaciones cotidianas, con otros temas o problemas, cómo se puede aplicar lo estudiado en otros contextos. “Creo que para aprobar, y además bien, lo importante es saber muy bien lo que piensa el profesor, lo demás no me interesa “.
• El objetivo central es aprobar, pasar los exámenes. “A mí lo que me interesa es pasar el examen, más adelante tendré ocasión de profundizar en lo que he estudiado”.
Características del aprendizaje profundo
Este tipo de aprendizaje representa la antítesis del aprendizaje superficial y, en consecuencia, lo que se pretende con él responde a estas notas:
• Intención de crear una interpretación personal de lo que se aprende, es decir, crear una versión personalizada del material que se estudia empleando métodos de comparación, de contraste o semejanza. “Cuando estudio me pregunto ¿y esto qué me dice a mí concretamente?” Estudio hasta estar completamente seguro de que comprendo cómo se han desarrollado las cosas”.
• Intención de relacionar la tarea con otros conocimientos relevantes y anteriores a lo que se está aprendiendo. “Intento recordar otros conceptos que sé con los que tengo delante, lo que hemos visto en lecciones anteriores”.
• Utilización de diferentes fuentes de información (otros libros, diccionarios). ”Después de la clase voy a buscar en otros libros lo que el profesor ha explicado para comprenderlo mejor”.
• Se busca la estructura y relaciones entre las partes de lo que se comprende. “Al final, me quedo con la idea central y las demás las relaciono con la central. Termino con un esquema o resumen”.
Después de revisar estos dos enfoques, tal vez te preguntes por las causas que llevan a comportarse como estudiante superficial o profundo. En principio, parece ser que un factor importante es la orientación de los exámenes impuesta por los profesores. Cuando lo que se pregunta en los exámenes son respuestas “cerradas” que exigen únicamente la reproducción de los hechos o la memorización del material, entonces se favorece el estudio superficial; por el contrario, si la evaluación versa sobre respuestas variadas “abiertas” y se plantean problemas es fácil que el estudiante intente comprometerse en opiniones o experiencias personales con relación a lo que estudia.
También, es sabido que la elección de uno u otro enfoque depende de otros factores tales como el entusiasmo del profesor por su asignatura, el atractivo o rechazo personal del estudiante hacia determinadas materias, la cantidad de trabajo que se impone durante el curso que está realizando, el apoyo familiar y en general, la planificación del estudio por parte del estudiante. La adhesión del estudiante a un enfoque superficial o profundo del estudio depende de una decisión personal, que toma en función de la percepción que se tenga del conjunto de los factores mencionados y, en definitiva, de lo que se entiende por “proceso de aprender”. Estos datos deben llevarte a la convicción de que no vale justificarte con pseudorrazones a la hora de asumir tu propia responsabilidad personal en la decisión de canalizar todos tus esfuerzos como estudiante en un sentido u otro, pues todas las informaciones disponibles indican que, el factor decisivo en la manera de enfocar tus estudios eres tú mismo y, por lo tanto, si quieres actuar con coherencia en este campo debes admitir un protagonismo indiscutible, que todos los estudiosos del aprendizaje te reconocen.
Características del estudiante eficaz e ineficaz
Cuando se habla de las características de un estudiante eficaz debemos abordarlo en contraposición con las de un estudiante ineficaz a fin de establecer las diferencias entre los mismos y detectar las causas o motivos de ambos comportamientos. Es evidente que el estudiante eficaz e ineficaz se comporta de manera muy distinta en tres dimensiones principales implicadas en el proceso de aprender/estudiar.
La siguiente lectura te sugiere las características de un estudiante eficaz:
• Planifica lo que hace y, en tal sentido, no se ocupa sólo de lo que intenta aprender sino de cómo puede aprenderlo del modo más eficaz. Por eso, dedica más tiempo a la planificación que a la ejecución; en oposición al estudiante ineficaz que es impulsivo y no programa previamente lo que intenta conseguir.
• Aprende utilizando variedad de instrumentos, no sólo se fija en las palabras (vocabulario), sino que intenta traducirlas en esquemas y gráficos, es decir, estructura la información obtenida hasta convertirla en un producto personal. Además, hace uso de un conjunto de métodos para elaborar las diferentes tareas con las que se enfrenta diariamente.
• Se controla mucho, fija tiempos, esfuerzos y metas muy concretas. El estudiante ineficaz no capta la importancia que tiene el definir con precisión lo que quiere conseguir, por eso tampoco sabe si lo consigue o no, está como perdido en su actividad.
Las cinco metas generales o básicas del estudiante
Lo que en esta lectura te proponemos equivale a una cierta revolución copernicana, pues quiere aconsejarte que dejes de cometer o no caigas en unos de los errores más comunes entre los estudiantes ineficaces y que consiste en ponerse a estudiar sin saber apenas lo que quiere aprender o, lo que es igual, sin fijarse una meta concreta para la cantidad de esfuerzos que gasta como estudiante. Imagínate un panadero que comenzara a manipular la masa sin pensar si va a hacer con ella pan, tortas, bizcocho, galletas. Pues aunque parezca chocante, eso es lo que hacen muchos estudiantes, actúan como malísimos panaderos que estudian y estudian sin saber con un mínimo de claridad las metas que persiguen.
Si te tomas seriamente el estudio debes admitir que es claramente insuficiente actuar como hacen muchos estudiantes, cuando piensan por ejemplo, “voy a estudiar tal lección de Historia o de Matemáticas”. Una expresión así apenas dice nada, pues con ella no se fija ninguna meta. Tal frase más bien sólo dice la materia o contenido sobre lo que va a girar el estudio, pero no, lo que se va a hacer realmente y lo que se pretende con él. Esto se entiende con claridad cuando se comprende que al estudiar una lección se pueden pretender metas tan diversas como las cinco siguientes:
1. Memorizar o acumular en la memoria datos, fechas, nombres de la lección en cuestión, tal como están en el libro o apuntes del profesor.
2. Resumir lo esencial de la lección dejando de lado las ideas secundarias, para lo cual hay que analizar el texto; es decir, distinguir muy bien unas ideas de otras.
3. Buscar las relaciones existentes entre las ideas o parte de la lección.
4. Aplicar las ideas contenidas en la lección, utilizándolas para resolver o interpretar otros casos o problemas relacionados con el tema estudiado.
5. Relacionar la lección que se estudia con las anteriores o con otros conocimientos que ya posees.
Por tanto, proponerse la meta de “estudiar una lección” y “subrayar” las ideas principales de una lección”, como hacen muchos estudiantes, no es suficiente para saber lo que se quiere hacer y, generalmente tampoco, para estudiar con eficacia, pues el estudio eficaz exige fijarse las metas con mucha más precisión; sólo así podrás saber en qué medida consigues las metas perseguidas. En tal sentido, tampoco puede considerarse metas de estudio propiamente dichas, por demasiado generales, ”leer libros”, ”ir a clase”, “hacer ejercicios durante el estudio particular”, “aprender a razonar“, “elaborar un gráfico o un esquema de una lección”, “enterarse de lo que entra en el examen de tal asignatura en el curso pasado”, “decidir las partes en que vas a dividir un trabajo de literatura”, “aplicar los conceptos aprendidos sobre un tema de física a una situación de la vida cotidiana “, ”pedir aclaraciones al profesor o a los compañeros para comprobar si se ha entendido un concepto o no”. En definitiva, una meta implica la realización de una tarea compleja y, a la vez, claramente delimitada.
Por último, quiero recordarte que estudiar sin metas o con metas poco definidas es casi siempre el paso previo al fracaso y, en el mejor de los casos, la manera de obtener unos resultados del estudio muy limitados.

Primera meta general: definir con claridad lo que te propones aprender a partir de lo que esperan de ti tus profesores
Dado que cada materia o asignatura requiere o tiene sus propias metas, a lo primero que tienes que prestar especial atención es a las metas concretas que te proponen tus profesores. Por eso es bueno que te preguntes qué metas se proponen tus profesores y cómo puedes enterarte bien de ellas. Es condición indispensable tal conocimiento para que tus esfuerzos puedan dirigirse hacia la consecución de dichas metas. De momento basta decirte que esas metas se corresponden muy de cerca con lo que tienes que llevar bien preparado en el momento del examen. Por otra parte, tendrás que aprender a descubrirlas utilizando las estrategias y técnicas que se indicarán más adelante. Comencemos por aclarar lo que significan estos conceptos claves en el conjunto de tu actividad como estudiante:
¿Qué es una estrategia?
Partamos de un símil o comparación, pues así podrás entender mejor en qué consiste básicamente una estrategia. La estrategia consiste en un plan equivalente a un conjunto de pasos que se ejecutan para conseguir una meta compleja. Pensemos, por ejemplo, en el plan o planes que podrías seguir para encontrar a un amigo que se ha ido a vivir recientemente a un nuevo y complejo edificio. En este caso:
Una estrategia consistirá en ir preguntado en unos cuantos pisos, sin ningún criterio de orden, por dicho amigo o su familia. Sería una estrategia que te llevaría mucho tiempo y muy poco eficaz.
Otra estrategia, mucho más inteligente, consistiría en hacer el siguiente conjunto de acciones ordenadamente:
1) ver si hay portero y pedirle información;
2) seguidamente y en el supuesto de que no lo haya, llamar a un piso pidiendo te abran el portal para ver si a través de los buzones consigues localizar al amigo;
3) si aún así no obtienes lo que deseas, podrías preguntar en tres pisos distintos, uno en la parte baja del edificio, otro del medio y otro de la parte superior. Esta manera de actuar constituirá una buena estrategia, y como se ve implica realizar un conjunto de pasos o procesos ordenadamente con vistas a la consecución de un objetivo, la localización del amigo. Al hablar de estrategia nos referimos siempre a planes de actividad compleja en la que se implican conjuntos de acciones realizadas sucesiva y ordenadamente con vista a la consecución de una meta. Te interesa conocer bien las estrategias de estudio si quieres ser un estudiante eficaz.
¿Qué es una técnica?
La técnica es el equivalente a cada uno de los pasos que se realizan para llevar a cabo la estrategia. En el ejemplo propuesto, serían técnicas: indagar si hay portero en la casa y preguntarle por tu amigo, mirar en cierto orden los buzones, preguntar en diferentes y determinados pisos con cierta lógica, entre otras. Volvamos a nuestro tema, la identificación de tus grandes metas como estudiante. En este punto, si tus profesores son mínimamente eficaces se preocuparán de indicarte qué es lo que debes conseguir; lo que suele coincidir prácticamente con aquello que, como ya te hemos dicho, te preguntarán en los exámenes. Estas son, en principio, las metas que te debes fijar y perseguir. Las clases sirven especialmente para esto y si no asistes a ellas o no pones especial atención a este punto, perderás el tiempo pues dedicarás tu esfuerzo a estudiar cosas que no se corresponden con lo que después tendrás que responder en los exámenes.
Una de las tareas comunes del estudiante es asimilar conocimientos a partir del texto mediante su debida comprensión (interpretación, resumen, memorización). Pues bien, esto es aplicable con pequeñas diferencias, en todas las asignaturas tanto de ciencias como de letras. De igual modo, en todas las materias tiene el estudiante que realizar exámenes que, aunque diferentes por la materia sobre la que versan, exigen comportamientos muy semejantes. Saber comportarse inteligentemente en los exámenes es, igualmente, una meta común en todas las asignaturas.
A partir de lo dicho, es importante que te preguntes por el listado de las principales metas básicas que suelen proponer los profesores a sus estudiantes. Para contestar a esta cuestión y desde los diferentes métodos para obtener tal listado, es útil adoptar el criterio de examinar los objetivos que debe cubrir el estudiante durante la realización de una secuencia completa de
enseñanza-aprendizaje, en tu caso, lo que debes hacer desde que el profesor introduce o comienza una lección hasta la fase final en que debes rendir cuentas en el momento del examen.
Segunda meta general: comprender y almacenar la información que intentas aprender
A partir del momento, por ponerte un solo ejemplo, al terminar el bachillerato, un estudiante ha tomado contacto con unos 50.000 a 60.000 términos y al acabar la carrera universitaria con unos 80.000 a 100.000. Como es lógico, no toda la información que entra en tu cerebro por los oídos o por los ojos es igualmente importante; en el caso del vocabulario, hay palabras que coinciden con los conceptos básicos de los temas que estás aprendiendo y otras que son totalmente secundarias, redundantes o de relleno.
El problema, a partir de la situación real en la que te encuentras todos los días, se traduce en un nuevo objetivo o meta básica de tu trabajo como estudiante: Seleccionar bien la información que te interesa aprender. Entiendes, por otra parte, que lo que ocurre con las explicaciones del profesor se aplica igualmente a lo que lees en los libros o en documentos relacionados con las asignaturas que estudias, y lo mismo a las ideas contenidas en un texto literario o histórico que a los datos referentes a un problema de Matemáticas que tienes que resolver. Para que comprendas la importancia que supone para ti saber seleccionar la información que debes procesar basta con decirte que el 90% del tiempo que dedica un alumno medio al estudio lo emplea en leer. Obviamente, lo que hagas durante tantísimo tiempo afectará drásticamente tu eficacia como estudiante.
En definitiva, si quieres ser un estudiante eficaz debes proponerte como meta importante aprender a conocer bien las mejores estrategias para seleccionar la información que quieres aprender. Estas estrategias, implicadas en tu segunda meta como estudiante, coinciden con las que se denominan estrategias atencionales y son las encargadas de dirigir tu capacidad de centrar tu atención en la información que tienes que aprender.
Tercera meta general: comprender y almacenar la información que intentas aprender
Seleccionar la información que te presentan los profesores a través de sus clases o que has conocido mediante tus lecturas personales, te queda lo principal, comprenderla o asimilarla hasta convertirla en algo propio y almacenarla en la memoria, de tal manera que, la puedas recuperar y utilizar con posterioridad, siempre que te interese y especialmente en el momento de los exámenes. A veces, en vez de “comprender” se utiliza el término “codificar” la información, pero en el fondo es lo mismo. Por otra parte, el comprenderla bien va parejo con almacenarla adecuadamente; por este motivo trabajaremos preferentemente en el concepto de “comprensión” de lo que estudias:
• Comprender significa primeramente “traducir” en una representación mental lo que estudias. Sabes muy bien, que no aprendemos prácticamente nada bien con sólo oírlo o leerlo y, en general, registrando automáticamente en la memoria los datos tal como aparecen directamente en nuestra experiencia; por el contrario, siempre necesitamos realizar alguna interpretación personal de la información para convertirla en conocimiento propio. Tal traducción es la base y el primer paso de la comprensión. Desde este punto de vista, comprender significa ante todo traducir en una representación mental correcta y clara los datos en bruto que nos llegan a través de los sentidos. Un ejemplo muy simple de comprensión que estamos realizando en este preciso momento: me asomo por la ventana y veo agitarse las ramas de los pinos que están a treinta metros de mi casa, este es el dato directo o bruto; pero lo comprendo en la medida en que lo traduzco en el equivalente mental o significado hace fuerte viento y, seguramente frío; me tendré que abrigar al salir a la calle. Por tanto, una cosa es el dato bruto y otra lo que yo comprendo a partir de él, el significado que le doy. Por último, un ejemplo más académico: vemos en el laboratorio un frasco con el rótulo H2SO4, tres letras y dos dígitos este es el dato bruto, pero sólo lo comprendemos cuando lo traducimos al significado mental ácido sulfúrico, producto corrosivo, peligroso, útil para determinar reacciones.
Por ejemplo: el acontecimiento histórico que llamamos Segunda Guerra Mundial sólo se entiende si comprendemos dentro de un todo lógicamente organizado el conjunto de hechos unidos entre sí a partir de relaciones internas de causa-efecto, de sucesión cronológica, de antecedentes y consecuentes, de dependencia entre tales hechos políticos o económicos (ideas de grandeza y justicia, derecho de expansión, capacidad bélica del ejército propio y ajeno) que conjuntamente equivalen al hecho histórico unitario mencionado y cuando, además, comparamos la Segunda Guerra Mundial con otras guerras y sus relaciones externas. Ejemplos parecidos podemos citar en relación con la compresión de textos literarios, experimentos de laboratorio, entre otros.
Cuando lo que estás aprendiendo son contenidos complejos, tales como: resolver problemas matemáticos, interpretar textos literarios o históricos, entender el funcionamiento de un programa de computadora o de una máquina; en ninguno de estos casos aprendemos leyendo únicamente o memorizando lo leído; sólo aprendemos realmente, cuando adquirimos significados en cierto modo generalizables y que podemos aplicar en otras situaciones, es decir, cuando dominamos el sentido de una información a un nivel tal que posteriormente y por vía indirecta nos permite acceder a la comprensión de otras informaciones o conocimientos.
En resumen esta tercera meta tiene exigencias para el estudiante, la misma comprende dos grandes procesos:
1. Por un lado, traducir en una adecuada representación interna los datos en bruto que se te ofrecen en clases, en los libros, y, por otro lado, una vez traducidos o representados mentalmente,
2. comprenderlos, lo que equivale a: organizarlos en un todo lógico y coherente hasta convertirlos en un producto o paquete de información bien estructurado y con el significado preciso que te permita entender las relaciones entre todos los conceptos en juego. Generalizarlos o transferirlos de unos campos de conocimiento a otros similares.
Cuarta meta general: utilizar inteligentemente en los exámenes lo que has aprendido
Con frecuencia los exámenes constituyen un auténtico tormento para muchos estudiantes hasta el punto de que se habla de síndrome de exámenes. Es notorio, por otro lado, que en este tema el estudiante eficaz se diferencia claramente del ineficaz en que el primero sabe preparar los exámenes y utiliza inteligentemente sus conocimientos en el momento de examinarse.
Centrándonos específicamente en el momento de realizar el examen, el examinado ineficaz recuerda que no es lo mismo saber las cosas que saber exponerlas en el examen:
1º Se olvida de pensar con meticulosidad en:
• Entender lo que realmente se pregunta.
• Seleccionar, entre lo que se le pregunta, aquello que sabe mejor, para contestarlo primeramente, dejando lo que no sabe para después.
• Hacer un corto guión antes de contestar, es decir, el estudiante que se comporta torpemente en el examen piensa en todo menos en “planificar” el examen y es casi seguro que tampoco planificó el estudio.
2º Centra toda su atención en:
• Sentir que se está poniendo nervioso.
• Imaginar qué va a ocurrir en casa si aplaza.
• El ridículo, supondrá el posible suspenso o el sacar peor nota que el hermano, el primo o el vecino.
• Cómo y cuándo podrá utilizar la chuleta que ha preparado; en una palabra, piensa en todo menos en lo que debe contestar.
De estos datos se desprende que la meta saber examinarse debe estar entre las preocupaciones principales del estudiante eficaz.
Quinta meta general: crearte un clima interior y un ambiente exterior que facilite la concentración en el estudio
En tu vida estudiantil se dan muchos elementos que pueden constituir una especial dificultad para conseguir instalarte el clima interior y el ambiente exterior que necesitas para concentrarte en el estudio. Es decisivo que sepas analizar tales dificultades y te entrenes en dominar los factores que tienden a obstaculizar el estar en paz contigo mismo y con los demás si quieres desarrollar tus posibilidades de aprender. En tal sentido, consideramos que una de tus grandes metas como estudiante se relaciona precisamente con la creación de un clima emocional que te facilite el estudio y te permita disfrutar de estar aprendiendo. Compaginar vivencias tan importantes para ti como para tu proyecto afectivo emocional, tus amores juveniles, con el empeño y dedicación que necesitas poner en el estudio.
Esperamos, con todo ello, que al final tu madurez y equilibrio se impongan y la complicada tarea de estudiar, constituya para ti una experiencia atractiva y gratificante.

LA AVENTURA DE APRENDER

Tomado con fines instruccionales de:
Ríos, P. (2004). La aventura de aprender. (4ta ed.) Caracas: Cognitus.

Una de las grandes búsquedas del ser humano es la de disponer de mecanismos que le permitan llegar a conclusiones ciertas y evitar equivocaciones, y uno de los medios que ha utilizado para lograrlo es la comprensión racional de la realidad, el poner bajo control la subjetividad, los prejuicios, y llegar a unas conclusiones lógicas, imparciales, indiscutibles; en definitiva, ciertas para todos.
Descartes, marcó un hito en esta dirección con su “Discurso del método”. El único conocimiento seguro a partir del cual comenzó sus investigaciones lo expresó en la famosa sentencia: Cogito, ergo sum, “Pienso, luego existo”.
Dirigió sus estudios a guiar la razón en la búsqueda de la verdad”; para ello estableció los siguientes procedimientos:
• Aceptar sólo lo que está claro en nuestra mente hasta excluir toda duda.
• Desagregar los grandes problemas hasta convertirlos en pequeños.
• Revisar cuando uno ha terminado.
Un sueño de muchos filósofos y hombres de ciencia es lograr la comprensión de los fenómenos mediante el uso de la lógica y la razón; efectivamente ese es un poderoso instrumento para comprendernos y comprender nuestro medio. Sin embargo, no somos mecanismos computarizados en los que prevalezca el cálculo y la comprobación; por cuanto, hasta en las ciencias más objetivas y racionales como la física se acepta que la teoría es una aproximación a la realidad.
Frecuentemente vivimos el conflicto entre la razón y la pasión; esto es, entre la lógica, la objetividad y la imparcialidad, por un lado, y las emociones, las preferencias, los intereses y, en general, el mundo de la subjetividad, por el otro. Deslindar ambos componentes, ver la presencia de uno dentro del otro, desentrañar sus combinaciones y manifestaciones, es una forma de no llamarnos a engaños, de no dejarnos llevar por las apariencias o actuar con base en sospechas o prejuicios y no confundir nuestros deseos con la realidad.
Todo el tiempo estamos pensando, algunas veces lo hacemos de una manera concentrada y sistemática, para estudiar o resolver problemas; en otras ocasiones, simplemente dejamos divagar la mente. Hasta en el sueño nuestro cerebro sigue funcionando, según los psicoanalistas es allí donde aflora, tanto lo que más deseamos, como a lo que más le tememos. Desde un punto de vista práctico, el pensamiento puede ser visto como el proceso mediante el cual se planifican las acciones que permiten superar los obstáculos que se interponen entre lo que se tiene y lo que se quiere lograr. Reconocer, saber cuándo y cómo aplicar estos procesos intelectuales es de vital importancia para pensar con efectividad, resolver problemas y tener éxito en lo que emprendemos.
En el pensamiento intervienen procesos complejos, rápidos, inconscientes y tan fugaces que no logramos memorizarlos. Los intentos de explicar el modo en que los procesos cognitivos tienen lugar son tan antiguos como la propia filosofía; desentrañar los mecanismos del pensamiento sigue siendo uno de los grandes retos del ser humano. Actualmente, el pensamiento forma parte del concepto de cognición, el cual se define como un acto de conocimiento que engloba los procesos de atención, percepción, memoria, razonamiento, imaginación, toma de decisiones, pensamiento y lenguaje.

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